El cambio es ahora

CARLOS CÉSAR CONCHA

El pueblo ecuatoriano tiene la oportunidad de reivindicación, después de los aciagos días de una supuesta revolución y la cola del último gobierno que fue un rezago de la misma. Nos llevaron un largo tiempo por una senda catastrófica, que enervaron la psiquis del pueblo ecuatoriano, bajo el fuego de una llama ardiente de despilfarro y bandolerismo, con una tónica de un accionar corroído por la putrefacción del espíritu, en donde el desborde de las organizaciones delictivas marcó un ritmo estruendoso de la corrupción, con la venia del autoritarismo.

Sin duda que el ambiente se contaminó en conclave imparable de corrupción, haciendo que la ambición aparezca como un hecho palpable y radical, afectando nuestras neuronas y llevando a un naufragio inevitable el pensamiento, bajo una trama de incomprensiones.

El panorama nacional se cubrió como una sombra implacable del accionar de las organizaciones delictivas y solo aparecía el sello del socialismo siglo XXI, encendiendo sus luces de brillantes inmoralidades, marcando con la fuerza de los espacios del arbitrio.  El desdén apareció sometido bajo el manto de una agotada impotencia y esa corriente aterradora se extendió arrasando con la fuerza destructora de un tifón.

En esos años de pleno autoritarismo las leyes aparecieron simplemente titilando como la luz de las luciérnagas y las curas para rehabilitarlas fueron leves ungüentos, que no sanaron las heridas, y para mal eran purulentas brotando de las llagas de inmoralidad que se extendían contaminando, como dando vitalidad a las organizaciones delictivas con sus redes mafiosas.

La ética y la moral desaparecieron del país y proliferaron los interminables atracos a las instituciones públicas y al erario nacional, con el sello otra vez del autoritarismo. Hoy las plagas del pasado hacen campaña con turbios ofrecimientos, lanzando sus redes de la demagogia y la mentira, para captar el voto que es sagrado como la libertad y se olvidan que el pueblo es el mandante, que lleva sobre la conciencia el futuro, que determina la senda a seguir y que debe estar apartada de ideologías maléficas.