El insulto al pueblo

Iván Paredes

Los ecuatorianos hemos soportado estoicamente en estos últimos 14 años los dos peores gobiernos de la historia republicana y, sin lugar a equivocarnos, los insultos, humillaciones, ultrajes ofensas fueron la tónica de quienes a río revuelto por avatares de la política llegaron a dirigir el país.

Por supuesto, dejaron demostrado que el amor, simpatía, solidaridad, peor aún, el futuro y progreso de la nación no cabía en su corazón.

Al contrario, dejaron demostrado que el único interés que tenían es aprovecharse de la democracia y las circunstancias para exteriorizar sus mal sanos instintos, y con ellos una manada de seres que desconociendo totalmente de política y la realidad social ocuparon importantes cargos públicos, y hoy son los millonarios del país.

El señor Lenín Moreno se va por la misma puerta que entró, dejándonos de lección que debemos tener la vocación y aptitud para el quehacer político, pues, al no tener estas dos cualidades se corre el riesgo de decir incoherencias que trasgreden la honra y dignidad; más aún, cuando se ofende a todo un conjunto social.

El 5 de mayo pasado en el ‘Foro de Defensa de la Democracia en las Américas’, que podemos imaginarnos el nivel de seriedad y respeto que conllevaba, supo decir que, “una persona le había dicho que ojalá tuviéramos un mejor Presidente”, a lo cual había respondido: “ojalá tuviera yo un mejor pueblo, también”.

Ningún pueblo (grupo de personas unidas por el territorio, cultura, religión, costumbres, etc.) por más bárbaro que sea no puede ser ofendido ni humillado, tampoco un pueblo es superior a otro (desde lo social), la historia nos cuenta que una expresión así era para quitarle la vida al ofensor; entonces, personas que no tienen el mínimo afecto hacia todos nosotros, es mejor que no osen gobernar a nuestro querido Ecuador.