Ciudadanía I

Patricio Durán

La ciudadanía democrática es la forma de organización social de los “iguales”, frente a las antiguas sociedades tribales formadas por “idénticos” y las sociedades jerárquicas que imponen desigualdades “naturales” entre los miembros de la comunidad. La ciudadanía implica derechos y deberes que deben ser cumplidos por el ciudadano, sabiendo que aquellos serán responsables por la convivencia del individuo en la sociedad. Son iguales en derechos y deberes, no en raza, sexo, cultura, capacidades físicas e intelectuales ni creencias religiosas.

Históricamente conocemos dos modelos de ciudadanía: el griego y el romano. La ciudadanía griega implicaba y exigía la actividad política, la colaboración en la toma de decisiones, los griegos no recibían ningún sueldo y no podían ser “reelectos”. Era una especie de “conscripción cívica”. Quien no participaba en política era considerado un “idiota”, es decir, alguien reducido simplemente a su particularidad y por tanto incapaz de comprender su condición necesariamente social y vivirla como una forma de libertad. He escuchado a algunos personajes ecuatorianos que están desempeñando algún cargo político decir: “yo no soy político”, “yo soy apolítico”. Si no son políticos, ¿qué hacen desempeñando una función política? Claro que cuando a uno le tratan de “político” no se sabe si le están insultando o exaltando.

El modelo romano de ciudadanía reconocía derechos a quienes la ostentaban, pero no el de participar en el gobierno, que estaba restringido a los patricios, a las clases altas, o sea. Los romanos de a pie tenían derecho a ciertas garantías jurídicas, también a pan y circo, pero no a participar en política. La ciudadanía griega era activa, la romana, pasiva. En la actualidad, la mayoría de gobiernos prefieren ciudadanos a la romana que a la griega.

Continuará.