Si Dios te quiso, hombre te hizo

“Si Dios te quiso, hombre te hizo”. Durante mi infancia escuché a mi abuela y a mi mamá repetir constantemente aquella frase. Inevitablemente pensaba “¿Dios no me quiere?”. Con el paso de los años comprendí su connotación. Mi abuela y mi madre clamaban la libertad que tenían los hombres de su entorno. La libertad de ir a la universidad, la libertad de salir a trabajar sin ser juzgados, la libertad de escoger a la chica que les gustara, la libertad de decidir con quién y cuándo casarse, la oportunidad de ejercer cargos de poder.

Pienso en la época en la que vivió mi abuela. Pienso en la época en la que creció mi mamá. Pienso en la fortuna que tuve de haber nacido en las últimas dos décadas del siglo XX; pero, sobre todo, pienso en mi hija, quien al haber nacido en el siglo XXI ya cuenta con mejores oportunidades de las que yo he tenido.

El camino que han recorrido miles de mujeres a lo largo del tiempo para ganar espacios y consolidarlos ha sido largo. Gracias a ellas, los cambios se perpetraron. Yo fui a la universidad en el extranjero. Viví sola y de manera responsable. Comencé a trabajar muy joven. Pude escoger a los chicos que me gustaban y alejar a los que me disgustaban. Pude decidir con quién y cuándo casarme. He podido ejercer cargos directivos y manejar equipos de trabajo. He salido a tomar copas y bailar con amigas sin miedo a ser juzgada. Tengo una voz y la he alzado cada vez que lo necesito.

Estoy consciente de que hemos ganado batallas; pero la lucha se mantiene. ¡Ser mujer es todo menos aburrido!

Más que nunca, entiendo que Dios me quiso, precisamente porque me hizo mujer. Buena suerte la de ellos que nacieron con todas las libertades, pero mejor fortuna la nuestra que nacimos con el empuje para llegar muy lejos, aunque la suerte no siempre está de nuestra parte.