Preguntas

Iniciemos esta columna con una justificación de por qué hacernos preguntas.

Primero, porque así es como salimos de la ignorancia; segundo, porque si no lo hacemos creeremos que nada debe cambiar o todo está bien, pues las preguntas, aunque tengan respuestas que confirman nuestras creencias o las niegan, hacen que dudemos, que cuestionemos y veamos opciones.

Las preguntas son como esa comezón que nos da en las partes más incómodas o en los sitios menos accesibles del cuerpo: debemos rascarnos para sentir alivio. De igual manera si no preguntamos, esa duda nos quedará como esa comezón que no fue rascada, luego viene la frustración y la subsiguiente conformidad de que así mismo es. Y no es así.

Durante las últimas semanas he visto realidades que parecían ser de ficción cómica o del absurdo.

¿Es posible que cualquier universidad, cualquiera que esta sea, le ofrezca a Moreno un trabajo como investigador? Como sujeto de estudio podría ser pero no como alguien que se pregunta por la causa de algo o su funcionamiento.

¿Es posible que algún centro universitario con un cierto nivel de seriedad o intención de contratar a un Presidente para captar estudiantes, se abandere de la figura de Moreno? Su imagen no es de estadista, no es de docente, tampoco de investigador. Su imagen, creada por los Alvarado, fue de chistoso que supo salir de la desgracia. Y a eso se dedicaba, era coach motivacional durante su vicepresidencia.

¿Por qué el fantasma Michelena quiere elevarlo a la categoría de su antecesor, que coleccionaba doctorados honoris causa? ¿Por qué la campaña final del gobierno nos está vendiendo un presidente con la imagen de un gran estadista? ¿Es Moreno un intelectual de la categoría de Fernando Henrique Cardoso o de Michelle Bachelet? ¿O, en su categoría de coach ontológico cómico, se puede comparar con Habib o con Carlos Cuauhtémoc Sánchez?

Que alguien responda.