¡Hay que adoptar a los huérfanos!

Muchos ecuatorianos no se sienten 100% representados por los actuales contendientes a la Presidencia de la República. Prueba de ello es el alto porcentaje de indecisos que, a puertas de la segunda vuelta, todavía no claman su voto. Este segmento de la población, que seguramente apoyó en primera vuelta a Xavier Hervas o a Yaku Pérez, sigue adoleciendo de una especie de orfandad porque no encuentran un padre que los adopte.

¿Quiénes son estos huérfanos? Hace unas semanas, Arturo Moscoso Moreno, experto en ciencia política y gobierno, explicaba en un foro que los votantes pertenecientes a las generaciones milenial (nacidos entre 1981-1996) y centenial (nacidos entre 1997-2012) se identifican con valores posmaterialistas, propios de sociedades más progresistas. Ellos buscan líderes que promuevan garantías en derechos humanos, protección a la naturaleza, equidad de género, respeto a la libertad expresión, tolerancia a las minorías, soluciones tecnológicas e inclusivas y, sobre todo, una mejora en la calidad de vida. Van detrás del valor intangible.

Si tomamos en cuenta sus prioridades, el debate presidencial del domingo no sirvió para enganchar con ese segmento. Ellos no quieren un duelo de titanes. Están ávidos de propuestas aterrizadas y soluciones viables. Piensan en términos de progreso y las peleas entre políticos les sabe a retroceso.

Lo cierto es que, tanto Andrés Arauz, como Guillermo Lasso, están conscientes de que no ganarán las elecciones en la arena del coliseo. Es por lo que Lasso ha moderado su postura con respecto a los derechos de los grupos Glbti. Y ahora hay una campaña dirigida a la equidad laboral. Por su parte, Arauz se llena la boca con su discurso de ser joven y emprendedor. Y en esa línea, ha intentado que el Ecuador se familiarice con el lenguaje Python. Uno que, al parecer, ni él mismo lo entiende.

Por eso, más allá de los zapatos rojos y el Tic-toc, Lasso tiene que dejar la pelea contra Arauz y el correísmo. En los días que quedan, debe mostrarse como un padre conciliador y propositivo. Uno que está dispuesto a adoptar a todos los huérfanos.