El discurso

Tiempos corren, palabras ruedan en trance de cambio de gobernantes, el discurso de todos los participantes sociales y activistas se vuelve un torbellino en el que, ciudadanos y ciudadanas están envueltos sin percibir certezas. La gran mayoría de misiles gráficos y lingüísticos son supuestos, en unos casos por desesperación en otros por estupidez, no hay contribución con sugerencias válidas para los “lamentables” errores del pasado, solo fuego y lodo.

El discurso de los candidatos como conjunto de contenidos no aclara nada, solo deja sospechas de ‘verdad’, creando ilusiones vestidas como realidades posibles, únicamente en la imaginación, así estamos saturados de palabras encadenadas, que ofrecen soluciones a nuestros numerosos problemas pero que quizá nunca lleguen a concretarse en hechos.

Somos una sociedad confusa y dispersa, llena de falsedades, incoherencias y picardías, así construir un equipo de gobierno es complejo, más aún si se encarga las estructuras de producción y economía a los que no saben o tienen “contactos”, la confusión reinará y solo se intentarán parches a una estructura casi demolida del Estado. Probablemente no entendemos los riesgos que se nos avecinan como colectividad, sabiendo que requerimos mucho conocimiento para elaborar un plan de gobierno que beneficie a los más y perjudique poco a los menos.

Para gobernar debe haber coherencia del discurso con la realidad socio-económica, lo que implica conocer este país fragmentado, donde fuerzas diferentes pugnan por pedazos de poder y no precisamente para beneficiar a los ciudadanos, haciendo del escepticismo una sensación generalizada. Lamentablemente la mayoría de electores están orientados por las redes, donde fluyen discursos cómico-trágicos que introducen altas dosis de confusión. ¿Lograremos gobernantes ilustrados y honestos?