Corrupción: último ‘destape’

Otro escándalo de corrupción acaba de salir a flote en Petroecuador, la que podríamos llamar ‘gallina de oro’ del Estado ecuatoriano. Una corrupción esta vez (como todas las anteriores y las por venir) que sube hacia la cumbre y vuelve a bajar a ciertos puntos protegidos de la estructura permanente de esa empresa. Y así crece el trabajo de la Fiscalía y los jueces correspondientes.

Este ‘destape’ se da en tiempos en que el petróleo alcanza máximos de precios y en los que el Gobierno se empeña, según se dijo, en aliviar los pagos de deuda externa que lo tenían como moneda. Tiempos de soberbias crisis económica y social, incluidas las protestas recientes. Este ‘destape’ constituye un nuevo escalón en la corrupción moral que lastra la vida nacional casi desde siempre.

Se afirma que, en los últimos 14 años, la corrupción le ha costado al país unos 70.000 millones de dólares. El caso de la petrolera estatal no es más que una raya en el cuerpo del tigre. Ni decretos, ni regulaciones, ni comisiones, ni acuerdos internacionales logran que la ley caiga sobre las cabezas de mentalizadores y ejecutores, mucho menos recuperar algún porcentaje, aunque sea modesto, de lo robado.

Como sabemos, la corrupción y la impunidad no minan únicamente las instituciones del Estado, también corroen el ambiente de los negocios. La de Petroecuador es un paradigma, sin lugar a dudas. A primer golpe de vista, la corrupción es un acto inmoral individual, pero si se profundiza un poco se devela su sistematicidad al amparo de “huecos” legales que los presuntos delincuentes conocen.

En nuestra opinión pública, siguiendo viejos modelos, unos han considerado a la corrupción disculpable siempre que afecte a la izquierda. Para la derecha no se permite ni siquiera la presunción de inocencia. En esta segunda categoría ubican, desde luego, al gobierno que dice de centro derecha que encabeza el presidente Guillermo Lasso. Era algo previsible.

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