Armemos a los inocentes

La ola de violencia que se vive en el país mantiene a la ciudadanía en zozobra. Y hay autoridades que improvisan con respuestas inmediatas a un problema que es estructural y multidimensional. No saben cómo responder y el populismo se presenta como una tentación en la que la mayoría caen. Desde posturas vehementes que evidencian profunda ignorancia sobre la problemática de seguridad y poca sensibilidad con el padecimiento de la ciudadanía se lanzan como dardos las posibles soluciones, que no arreglarían nada y probablemente serían el medio para mayores vulneraciones de derechos.

Esta conducta ciertamente común en nuestros gobernantes y característica de una de las bancadas tradicionales del país, vuelve a tocar la puerta de la alcaldesa de Guayaquil. Entre sus pronunciamientos incluyó la idea de que debemos armar a los inocentes para que se defiendan.

Cuando corre la sangre de la ciudadanía, una respuesta atractiva al dolor y al temor, es la de responder con más derramamiento de sangre. Pero definitivamente no contempla ningún criterio sobre restitución de una sociedad pacífica y democrática, peor aún ataca a alguna de las causas de este fenómeno.

La reacción de la opinión pública ha sido condenar semejantes expresiones irresponsables de la principal autoridad de la ciudad de Guayaquil. Pero también se han abierto varias interrogantes que debemos discutir con pausa, pero sin prisa. Como, por ejemplo, si somos una sociedad violenta o simplemente somos una sociedad con hambre. Los problemas multidimensionales deben ser analizados desde varias miradas, pero podemos partir de una propuesta que ya he mencionado en columnas previas: redefinir un nuevo pacto social.

Los principales acuerdos que nos juntaron como sociedad se ha roto desde hace tiempo y antes de pensar en nuevas leyes o respuestas emergentes y violentas, debemos asumir la discusión de la sociedad que queremos construir.